viernes, 28 de enero de 2011

El desafío de ser felices

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Mt, 5,1-12a


Por Redacción AJ.
Hace algunos años, preparando una sesión de trabajo que ahora no viene al caso, me sentí invitada de modo especial a pararme ante las bienaventuranzas, texto que hoy nos ofrece la liturgia. Lo leí y me gustó ¡sonaba precioso!, me parecía que nunca antes hubiera visto ni oído el texto. Lo releí y me descolocó, me llevó durante algunos días a pensar, a rezar, a revisar… Creo que no soy mejor, ni peor. Sí puedo decir que hay claves de lectura de los acontecimientos, de mi vida, que se han reordenado, que me posiciono en lo cotidiano con criterios diferentes. Desde entonces cada vez que me acerco a este pasaje me viene a la cabeza y al corazón una de las afirmaciones que me hacía: es una de las enseñanzas más sorprendentes y más revolucionarias de Jesús junto con el hecho de su muerte y Resurrección. Y se aviva en mí el deseo de reorientarme en la dirección de la felicidad, una felicidad que pasa por los hermanos y que es colectiva, una felicidad que descubro terrena e intrahistórica aunque está preñada de eternidad.
La propuesta de Jesús es revolucionaria y desafiante porque no se rige por los esquemas de la lógica humana con los que nos movemos muchas personas. Mirando al texto tal como lo recoge Mateo, encontramos a Jesús, dispuesto a enseñar en un marco solemne: desde un monte, sentado, junto a los discípulos, rodeado de la multitud. Lo que tiene que enseñar es importante y hay que prestarle atención, por eso se prepara un entorno que lo facilite. También nosotros podemos formar parte de esa multitud que rodeándolo lo escucha. Su enseñanza de hoy es un programa de vida, un camino de felicidad, una invitación a la conversión. Jesús se atreve a proclamar que los pobres de espíritu, los perseguidos por causa de la justicia, los hambrientos y sedientos, los que construyen la paz, los misericordiosos… son felices. Con las bienaventuranzas está describiendo no diferentes personalidades de quienes pueden ser felices, sino los rasgos que configuran al verdadero discípulo, aquel o aquella que ha descubierto la Buena Noticia del reino y desea conducirse en el seguimiento de Jesús por el camino de la felicidad plena. Las bienaventuranzas como punto de partida de las decisiones y también de las acciones.
Jesús hoy nos revela su propio ser y misión, los valores que articulan su enseñanza toda y los valores que configuran su opción de vida. Las bienaventuranzas son el programa de vida que él está viviendo. También nos transmite y nos recuerda el amor y la misericordia de Dios.

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