"En aquel tiempo la gente le preguntaba a Juan: ¿Qué debemos hacer? Y Juan les contestaba: 'El que tenga dos vestidos, dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tien'." (Lc 3, 10)
Por Redacción AJ. En nuestro camino de fe es frecuente que nos preguntemos ¿qué tengo que hacer? Y también es fácil que nos contestemos a nosotros mismos: "total, no mato, no robo, así que no lo estaré haciendo tan mal..." Parece como si hacer "lo normal" fuese suficiente y nos tranquilizara por dentro...
Los textos del evangelio que abordan este tema (¿qué tengo que hacer?) no suelen indicar que la posibilidad de hacer "lo justito", lo que puede hacer cualquiera, sea una opción de vida de fe. Jesús siempre pide algo más, un plus: "vende lo que tienes y sígueme", "comparte tu comida", "no te quedes con las dos túnicas", "ama también al enemigo", "cuida de tu prójimo"...
Es como si siempre se nos pidiera un poquito más, ese poquito más que te puede sacar de la comodidad, de llevar una vida colocadita (Santa Teresa hablaba de las "almas concertadas"). A veces nos conformamos con no complicar la vida del prójimo pero, lamentablemente, también buscamos de fondo no complicarnos nosotros la vida... No es esto lo que querían transmitirnos lo que escucharon a Jesús y le siguieron, los que han tenido la experiencia de encontrarse con Jesús Resucitado...
Lo que Jesús nos pide, a lo que nos invita, es a pasar de "sobrevivir" a Vivir, pasar de caminar sin pisar al vecino a caminar preocupándonos del compañero... Com-padecer-nos del que no tiene abrigo, zapatos, comida, trabajo o ilusión por la vida... Levantar la mirada y arriesgarnos a que los ojos de alguien que está necesitado nos interroguen.
Los textos del evangelio que abordan este tema (¿qué tengo que hacer?) no suelen indicar que la posibilidad de hacer "lo justito", lo que puede hacer cualquiera, sea una opción de vida de fe. Jesús siempre pide algo más, un plus: "vende lo que tienes y sígueme", "comparte tu comida", "no te quedes con las dos túnicas", "ama también al enemigo", "cuida de tu prójimo"...
Es como si siempre se nos pidiera un poquito más, ese poquito más que te puede sacar de la comodidad, de llevar una vida colocadita (Santa Teresa hablaba de las "almas concertadas"). A veces nos conformamos con no complicar la vida del prójimo pero, lamentablemente, también buscamos de fondo no complicarnos nosotros la vida... No es esto lo que querían transmitirnos lo que escucharon a Jesús y le siguieron, los que han tenido la experiencia de encontrarse con Jesús Resucitado...
Lo que Jesús nos pide, a lo que nos invita, es a pasar de "sobrevivir" a Vivir, pasar de caminar sin pisar al vecino a caminar preocupándonos del compañero... Com-padecer-nos del que no tiene abrigo, zapatos, comida, trabajo o ilusión por la vida... Levantar la mirada y arriesgarnos a que los ojos de alguien que está necesitado nos interroguen.
No te avengas a mostrarte donde te busco,
encamina mi búsqueda allí donde deseas revelarte.
No respondas al instante a mis peticiones tan pequeñas,
sorpréndelas con tu bondad sin medida y sin usura.
No me dejes satisfecho en los conceptos donde te apreso,
ábrelos al saber de ti que no cabe en mi certeza.
No recorras conmigo mis calles hasta mi meta fijada,
desvíame contigo por las veredas de tu por-venir.
No permitas que te encierre dentro de mi pecho posesivo,
distiéndeme entero y con gozo en el juego incesante de tu vida.
No me hagas caso Señor, contempla mi ser entero,
escucha mis raíces milenarias, y la ambigua claridad de mi deseo.
Escúchame en el Espíritu que vive dentro de mí ,
y me expresa dentro de ti más allá de lo que digo.
(Benjamín González Buelta)
encamina mi búsqueda allí donde deseas revelarte.
No respondas al instante a mis peticiones tan pequeñas,
sorpréndelas con tu bondad sin medida y sin usura.
No me dejes satisfecho en los conceptos donde te apreso,
ábrelos al saber de ti que no cabe en mi certeza.
No recorras conmigo mis calles hasta mi meta fijada,
desvíame contigo por las veredas de tu por-venir.
No permitas que te encierre dentro de mi pecho posesivo,
distiéndeme entero y con gozo en el juego incesante de tu vida.
No me hagas caso Señor, contempla mi ser entero,
escucha mis raíces milenarias, y la ambigua claridad de mi deseo.
Escúchame en el Espíritu que vive dentro de mí ,
y me expresa dentro de ti más allá de lo que digo.
(Benjamín González Buelta)
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