"María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá..."
Por Redacción AJ. Este sencillo gesto de María, tiene una consecuencia fundamental: la alegría. El evangelio de esté domingo -el IV del adviento- está atravesado por la alegría: se alegra Isabel, se alegra el niño que lleva en su vientre, se alegra María…
El evangelio de Lucas no nos dice cuál fue el motivo que llevó a María a ponerse en camino para visitar a su prima Isabel, quien también esperaba un hijo. Dice el evangelista que fue “aprisa”, o sea, que posiblemente se puso en camino sin pensarlo mucho, sin darle muchas vueltas, con la prisa buena que da el deseo de acompañar, de ayudar, de estar cerca, de compartir y celebrar la vida allí donde ésta nace o está a punto de nacer.
¿Y qué hace María al llegar? No dice grandes palabras, no tiene grandes gestos, pero su simple presencia contagia alegría. Y es que María lleva a Jesús allí donde ella va. María, con su presencia comparte a Jesús, lo hace presente, lo transmite. Y Jesús es siempre Buena Noticia. Su prima lo reconoce: María es la madre de Jesús. Por eso se alegra y por eso salta el niño en sus entrañas. En la visita de María, Isabel se sabe y se siente visitada por Dios.
¿Y nosotros hoy? También estamos llamados, como María, a ponernos en camino con prontitud y a visitar tantas y tantas realidades que hoy esperan la alegría de la Buena Noticia.
A lo mejor sólo se nos pide “estar”, a lo mejor se nos pide una palabra, un gesto compasivo, cariñoso, solidario. De María aprendemos que esto de ser “evangelizadores” (o sea, portadores de Buena Noticia) tiene que ver sobre todo con llevar a Jesús dentro. Así nuestro “estar”, nuestra palabra y nuestro gesto generarán alegría porque serán "visita de Dios" para quien lo reciba.
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