A 26 de junio de
2013
Hoy
se cumple un mes del Voto de Covadonga y aún no había hecho una reflexión de
ese fin de semana tan especial y único para mí. ¿Cómo resumirlo en estas líneas
cuando ni siquiera tengo palabras para tantas cosas vividas en tan poco tiempo?
Intentaré aquí reseñar ecos vividos, en comunidad, con la IT, en un espacio
importante como es Covadonga.
Sólo
el hecho de que me escogieran ya fue insólito. Ese día, por Skype, no daba
crédito a lo que me contaban. Yo ya había estado en el Voto de Covadonga 2011
acompañando a Mónica Plaza en el Centenario de la IT; y a Pablo Durá en el Voto
del 2012, por lo que no era novata en estas lides. Y sin embargo, mis
expectativas puestas en ello eran muy altas. Y ese fin de semana los superó
todos.
Yo,
que soy muy nerviosa al tener que enfrentarme a un público, tuve que esmerarme
mucho para poder y querer transmitir a la gente lo vivido durante mi vida y las
razones por las que llevaba ese testimonio a Covadonga. Una y otra vez, rematando
y perfeccionando ese “discurso” con ayuda de mi familia y de personas de AJ, en
especial Elo, hasta llevar ya con seguridad y habiéndolo ensayado hasta la
Santina.
Y
llegó. 2 días. Corto pero intenso. Ya de camino hacia allá decía, ¿Qué es lo
que me deparará allí? ¿Es algo que merece la pena vivir? ¿Llegaré a tiempo? Y
es que creáis o no, nos perdimos de camino hacia allí. Y ya vislumbrando la
Basílica a lo lejos, ya empezaban esas mariposillas en el estómago, a inundarme
la emoción, y con mucha ilusión en ese paradisiaco lugar salvaje y verde.
Y
como no, justo antes de la reunión con los oferentes, llegaba lo que me temía y
que sucedió por tercera vez, me caí. Esto ya parece una tradición. Y ya, un
poco dolorida, entré a conocer por primera vez a los oferentes y a Directora
General, Maite Uribe y a la Directora del Sector España, Concha Romera. Su
bienvenida fue cálida y acogedora, en un lugar importante de la IT, la casina,
donde vivió San Pedro Poveda en su estancia en Covadonga y donde vislumbró la
Obra. Nos fuimos presentando y viendo las realidades que llevaba cada uno a la
Santina. Y me relajé.
Posteriormente
fue el concierto en la Colegiata, pero entre que llegué tarde y que no
escuchaba la música atrás del todo, pues decidí dar una vuelta bien acompañada
en ese entorno tan agradable. Nos pusimos al día y ya ahí, empecé a sentirme a
gusto. Con un poco de pena porque se pasó el tiempo deprisa y ese paseo se
acabaría, tuve que volver a la Casina a compartir y dialogar con los Oferentes
y con los miembros de Consejo de la IT una cena distendida a la que
posteriormente fuimos a la Santa Cueva a la Oración.
Debo
agradecer haber vivido un momento como aquél. Aunque con mucho frío y un poco
de cansancio, pude reflexionar, vivir en profundidad y dar gracias delante de
la Santina. Puse en mi mente y en mi corazón a todas las personas que han
estado a mi lado en estos largos años de mi vida. Le pedí que intercediera por
todos vosotr@s y que os diera salud y felicidad. También, de manera un poco
egoísta, pedí que me siguiera guiando en ese camino que tengo por delante y que
me ayude con un empujón de fe y autoestima a que siguiera mis ideales y metas.
Esa
misma noche en teoría tenía que descansar, pero mis padres, conociéndome tan
bien, decidieron llevarme con ellos a acompañarles para cenar y así despejar un
poco la mente de esos nervios y así poder irme un poco más tranquila a la cama.
Charlé con ellos de lo vivido y de las sorpresas de ese día. Porque yo creía
que aquello ya superaba con exceso lo que yo pensaba que sería. Y aún quedaba
más.
Al
día siguiente, al levantarme y despejarme, lo único que pude exclamar fue: ¡Ya
llegó el día! Ese día por el que tanto estaba esperando. Y ahí estaba. En el
desayuno con los demás oferentes, intentaba quitarme esa tensión que me invadía
el cuerpo, pero al irme ya preparándome en la habitación y de camino a la sala
de conferencias, ese gusanillo en el estómago aumentaba. ¡Y encima llegaba
tarde! (Tan tarde como los de León no…, gracias a Dios).
Con
los papeles en la mano, recordando los consejos que me habían dado gente, me
serené y me puse a escuchar los testimonios de los Oferentes. Juan, Manoli, Mª
Carmen, Estrella, Mª Isabel y Laura. Todos llevaban allí diferentes puntos de
vista de la lucha por la justicia. Cada uno de ellos daba experiencias de fe y
de espíritu ante injusticias. Cada testimonio de ellos impresionaba más y más.
Y yo solo podía pensar, no estoy a la altura de ellos.
Ya
viendo que acababa el testimonio de Laura, uno de los que más caló en la sala y
en mí, intentaba tranquilizarme y aparentar serenidad. Puse sentimiento y
actitud a la hora de transmitir mi testimonio a la sala, y a medida que iba
leyendo, iba acordándome de esas personas que mencionaba, y de tantas otras
que, aunque no aparecían en el “discurso”, también pusieron su granito de
arena. Y me di cuenta allí, ante la Santina, de que esto no es una experiencia
sobre mí, sino de aquellas personas que, con esperanza y fe, ganas y futuro,
hicieron que el camino que hay ahora en mis pies, sea un camino seguro y con
optimismo.
Cuando
terminé, levanté mi vista y lo único que pude percibir es a mis padres. Ver
como ellos lloraban de emoción e intentar decir con mi cara, gracias, mil
gracias por todo. Y es que a veces, en la rutina del día a día, tiendo a
olvidar que tengo tantas cosas que agradecerles… Y aquello era ocasión perfecta
para hacerlo. Yo no miraba a nadie más. Sólo a ellos. Y es que ellos se merecen
mucho más esto que yo. Para mí el mejor momento de aquel día no fue el testimonio,
sino el que Maite Uribe, la directora, pidiera a mis padres que se levantaran
para que la gente supiera quienes eran aquellos que lo dieron todo por mí, y la
ovación que se llevaron, eso caló hondo en mi corazón.
Ya
en la misa, en la Basílica, más tranquila y dispuesta con más ánimo a vivir
otro de los momentos más inolvidables de aquella jornada, el Voto de Covadonga.
Cabe decir que la misa fue solemne, con el Arzobispo de Oviedo presidiéndolo, y
los niños cantando de maravilla. En ese contexto, volver a renovar el Voto un
año más, y siendo testigo directo de ello, hace que decir SÍ hace tres meses,
fuese mecha para uno de los fin de semanas más increíbles de mi vida y que
espero no olvidarme en mucho tiempo.
Yo,
ya desde la experiencia, invito a todos los miembros de la IT, y a cualquiera
que quiera vivir la fe en Covadonga, que viva ese fin de semana desde la fe, ya
que yo, saliendo de allí, hizo que marchara a casa con el espíritu renovado y
con más ganas de vivir el día a día segura de mi fe.
Una
frase como conclusión final: “Las obras son las que dan testimonio de lo que
somos” (Pedro Poveda, 1928).
PILAR FERNÁNDEZ
PADIERNA
Militante Acit
Joven (León)
P.D.
Para las personas que aún no habéis visto o queréis volver a ver los
testimonios dados ese día y el Voto de Covadonga en la Basílica, os dejo aquí
el enlace
a la página de la IT donde están colgados.
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