Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Lc 2,16-21
Para situarnos, el texto recoge el final del relato del nacimiento de Jesús según Lucas. En los versículos anteriores el evangelista narra cómo un ángel del Señor se había aparecido a unos pastores que estaban en la comarca –los de nuestro relato- anunciándoles: “hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2,11) Y les deja una señal: “encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (2,12).
Ciertamente para los pastores este anuncio debió ser una gran
noticia, una buena noticia que les movilizó. Se ponen en camino no de cualquier
manera, van corriendo. Seguramente a
alguno le tocó quedarse velando con el rebaño. Y encuentran al niño ¡habían oído
bien! Y ven. En el niño que encuentran ven al Salvador, al Mesías esperado. Y
si fueron contando lo que había oído, ahora vuelven contando y dando gracias
por lo que han visto y oído. Vuelven al desierto, a su lugar cotidiano, con sus
rebaños, con la alegría en el corazón y con la alabanza en los labios, la señal
de los portadores de buenas noticias. Mirar hoy a los pastores en su camino de
vuelta es una invitación descarada a estrenar gestos y palabras para compartir
en nuestros lugares aquello que brota de lo que hemos visto y oído, de lo que
vemos y oímos cada vez que miramos a Jesús sea en el pesebre, en la cruz, en
los hermanos…, palabras de
agradecimiento y alabanza, palabras de denuncia, de esperanza, de ánimo o
palabras de consuelo, palabras de acogida, de anuncio…
Y desde este evangelio una mirada a María. También mirarla a
ella hoy nos invita a estrenar. María nos propone un modo de acoger el misterio
del don del Amor de Dios que se nos da en la ternura y la debilidad de un niño:
guarda las cosas meditándolas en su
corazón. No sugiere estrenar la oración cotidiana, gustando internamente
ese amor que se nos regala en la vida de cada día.
Feliz vida nueva!!
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