martes, 5 de julio de 2011

El tuerto es el rey

Por Samuel Medina. Últimamente se está hablando constantemente del “rescate” griego. La Unión Europea se felicita de que se hayan aprobado los recortes en el país, para poder liberar la 2ª cuota de la ayuda prevista, por valor de 12.000 millones de €. La opinión pública especulaba con que si Grecia no aprobaba los recortes en su Parlamento, corría grave riesgo de declararse en bancarrota, provocando nefastas consecuencias sobre el resto de países de la UE.

El problema radica en que no posee credibilidad ante los mercados financieros. La situación en la que se halla dicho país, hace que sólo quieran comprar su deuda a tipos muy altos, inadmisibles, por lo que, ante el miedo de la caída en cascada, la Unión Europea ha aprobado préstamos por debajo del tipo de mercado.

La prima de riesgo del bono griego a 10 años en relación al alemán (es decir, el sobreprecio que hay que pagar por dejarle dinero a Grecia y no a Alemania) durante esta semana pasada ascendía a 1.428 puntos básicos. Lo cual significa, que Grecia sólo podría “colocar” su deuda a un tipo de un 17,3% anual… Para que nos enteremos de lo que eso supone, pongamos un ejemplo simple: Si Grecia emite una deuda de 1 millón de € a devolver en 10 años, tendrá que devolver ese millón de euros más 1,7 millones en concepto de intereses, es decir: más de una vez y media lo que pidió. Con estos números, es lógico pensar que es imposible sacar a flote a un país, donde básicamente se produciría para pagar intereses.

Esta situación tan cruda e inasumible, causada por un sistema deshumanizado y la mala gestión de unos políticos (elegidos en democracia, ojo) ha provocado que la credibilidad de Grecia esté muy por debajo de la de otros tantos países a priori situados por debajo en la escala del desarrollo humano, como Venezuela y Ecuador. Estamos hablando de que es probable que este país, muestre unas tasas de evolución cercanas a cero en los próximos años, debido a que una serie de personas/compañías ajenas a los problemas y necesidades de los ciudadanos griegos, no les prestará dinero para poder crecer. No piensan en qué repercusión tiene su dinero sobre las personas, sino en obtenerle la máxima rentabilidad con el menor riesgo posible. Los primeros indicios señalan hacia recortes en el gasto público y privatización de empresas/instituciones públicas, por lo que finalmente serán los ciudadanos los que en el día a día, sufran las consecuencias de la mala gestión que les hace depender de inversores “sin rostro”.

Sin embargo, me cuesta creer que un solo ciudadano griego pueda dejar de desarrollar sus potencialidades por culpa de esta crisis. Según el informe que anualmente publica el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), Grecia ocupa un puesto de verdadero privilegio en el Índice de Desarrollo Humano: el 22º de una lista de 169 (http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh2010/capitulos/ ; página 177). Goza una elevadísima esperanza de vida (79,7 años), posee una población que estudia un promedio de 10,5 años y sus ingresos per cápita anuales son de 27.590 €. Estamos hablando de un país próspero, y creo que será difícil que deje de serlo a pesar de los recortes. No estoy tan seguro de poder realizar la misma afirmación cuando leo estos otros nombres: Mali, Burkina Faso, Liberia, Chad, Guinea-Bissau, Mozambique, Burundi, Níger, República Democrática del Congo y Zimbabwe. Sí, son los últimos de ese índice en el que Grecia ocupa la vigésimo segunda plaza. Los países con menor índice de Desarrollo.

Definir Desarrollo no es fácil. Pobreza, tampoco. Quizás me quede con el concepto de que implica “falta de oportunidades para la población”. Nada más, ni nada menos. Cualquier ciudadano griego, por el mero hecho de haber nacido allí, podrá tener más posibilidades de prosperar que un ciudadano de Mali, por ejemplo (Entre otros factores, porque su esperanza de vida es casi la mitad y probablemente sólo estudie 1,5 años).

Echar un vistazo rápido a las principales magnitudes que conforman la prosperidad de dichos estados, es desolador. La esperanza de vida media de esos países está en 50 años. (¡Cuánto hay que correr para desarrollar tu proceso vital en ese tiempo!) El promedio de años de instrucción de un ciudadano de esos estados es de 2,67 años. La renta per cápita anual, de 670,9 $. Sería bueno comparar la prima de riesgo de estos países con la griega… pero no he conseguido encontrar ningún índice ni referencia que nos muestre datos homogéneos. Con estos fríos datos sobre la mesa, no es complicado entender que estamos hablando de los olvidados entre los olvidados para el mundo occidental. No entro en poner rostro a cada una de las personas que viven en esas condiciones, pero creo que ese sería el ejercicio más enriquecedor.

A todos nos duele ver la situación por la que está pasando Grecia. Nos parece injusta y nos indigna. Nos sentimos identificados porque son “como nosotros”. Pero quizás tenemos poco desarrollado el sentido de “Identidad”. La Unión Europea, la Eurozona, el Euro, no son más que conceptos artificiales creadas por el ser humano. Hoy por hoy, constituyen una barrera que impide sentirnos próximos a (prójimos de) otras muchas personas que son tan hermanos como ellos, y que viven en constante estado de crisis. Jesús, sintetizó el mensaje: «El primer mandamiento es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).

Creo que muchos de estos problemas humanos y financieros podrían suavizarse si nos dedicáramos a hacer calar este mensaje en nuestro desarrollado mundo occidental.

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