Por Samuel Medina. Esperanza es la palabra que me brota cuando me dejo inundar por el actual momento social que estamos viviendo. Son muchos los años que la sociedad va dejándose llevar por las normas comúnmente establecidas, una serie de actuaciones cotidianas que día a día y de manera “inofensiva”, van produciendo un efecto perversamente adormecedor en nuestras vidas. Los últimos acontecimientos, han prendido la sensación de que la Sociedad llevaba mucho tiempo aletargada, dormida, incómoda, sin saber muy bien por qué ha llegado hasta ahí. Los tiempos de bonanza económica, no hicieron más que desviar la mirada, fijar la atención en la piel, donde las operaciones de estética intentaban disimular las arrugas que iban surgiendo en el interior. En 2007, empezó a hablarse de las famosas hipotecas subprime, y en 2008, casi por arte de magia, la crisis había llegado a nuestro país… De pronto, nos despertamos un día con la sensación de que nos hallamos inmersos en una de las depresiones más profundas del último siglo, con efectos devastadores que han producido 5 millones de parados y un malestar inmenso entre los ciudadanos. Sin embargo, creo que la crisis sólo fue el último empujón a una sociedad hastiada, cansada, desesperanzada por la falta de valores y el abuso que se hace del ciudadano de a pie.
El malestar comienza a surgir con el descrédito que sufre la denominada “clase política”. Los partidos han llegado a ser dirigidos por auténticos seres cuya prioridad es su propia supervivencia. Su savia nueva, entra por vía de sus militantes: personas fieles que suelen provenir de las organizaciones juveniles del mismo y que ansían ascender los máximos escalones posibles. Esta militancia, (al igual que ocurre en otros ámbitos: sindicatos, movimientos religiosos, asociacionismo, etc.) se ha visto reducida drásticamente en las últimas décadas. Ni los partidos buscan a las bases ni las bases buscan a los partidos… se trata de una vocación completamente desacreditada, una clase ajena al pueblo, a la que se culpa de todos los males, junto a las grandes transnacionales (poder económico). Sin embargo, creo que en esta situación es deber de todos hacer un acto de autocrítica para preguntarse: ¿Qué he hecho yo para evitar esta situación? ¿Qué razón tengo yo para quejarme de que determinadas decisiones políticas sean completamente injustas? ¿Puedo exigir, cuando lo único que hice fue introducir un voto en una urna hace 4 años? Es como si un padre se quejara del bajo nivel educativo de su hijo cuando su única involucración fue matricularlo en el colegio.
Desde el poder económico, nos vienen regalando consumo, (hace tiempo, que vengo fijándome cómo las compañías telefónicas vienen ofreciendo renovar el móvil y cambiar el mismo al menos una vez al año… sin preguntar antes si esto es o no necesario, por poner tan sólo un ejemplo), ocio, diversión… y nuestra vida se reduce a trabajar/estudiar y consumir ocio. Cuando nos hallamos enganchados a nuestras “necesidades creadas”, sostenidas artificialmente por los organismos financieros, de la noche al día, nos encontramos con que las reglas del juego han cambiado, y ahora se ha cortado el grifo. La situación de injusticia no hace más que crecer.
Al menos tenemos una reacción en las concentraciones que están teniendo lugar en las plazas de las principales ciudades del país. Un halo de aire freso ha surgido, y nosotros no podemos dejarlo pasar. El Movimiento 15-M triunfa porque pone palabras al sentir mayoritario de indignación, porque define perfectamente lo que muchos ciudadanos sentimos y deseamos. Porque se subleva contra la Oligarquía fijada por los poderes Económico, Político y Financiero. Porque nos negamos a que sean estos los que fijen las reglas del juego, en esta partida en la que son muchos los perdedores y muy pocos los triunfadores. Goza de gran autoridad moral, porque surge de las bases, de manera horizontal y espontánea, desvinculándose de esas reglas a las que nos estaban obligando a jugar.
No podemos dejar pasar este tren… hemos de agarrarnos con fuerza y correr y empujar para que no se escape… cuesta mucho activar la maquinaria, y ahora es nuestra labor alimentar las calderas y construir más vagones en los que acoger la desesperanza y llevarlas hasta la siguiente estación: ¡Tenemos la suerte de vivir un cambio de época! Los acomodados, los que ostentan el poder político, económico y financiero, tratan de caricaturizar, hacer creer a los medios establecidos que esto no es más que un calentón juvenil, un pequeño revolcón producido por la crisis económica… algo que solucionar cuando el paro comience a decrecer y el PIB a engordar…
Sin embargo, nuestra reflexión creo que debe ir más allá del simple compromiso político: pienso, cada vez más, que Nuestro ser Cristiano no se basa en acudir a las Iglesias o adherirse a la doctrina que se fija desde el Vaticano, sino en intentar bajar el “Paraíso” a la Tierra, en luchar por implantar condiciones más justas para que cada persona pueda desarrollar al máximo sus potencialidades, para que la verdadera explosión de sentir a Dios en el día a día sea una realidad… La persona que siente a Dios, no puede permanecer impasible. “Creer bien y enmudecer, no es posible”, decía el Padre Poveda. Por tanto, si sentimos que esa es la punta de lanza que dirige nuestras vidas, si luchamos por difundir esa Buena Nueva que hace poco acabamos de rememorar, no podemos, por coherencia, quedarnos de brazos cruzados… Como el Espíritu que en Pentecostés, hizo “hablar la misma lengua” a gente de diversa procedencia, muchos cristianos sentimos la necesidad de gritar ese sentimiento común de Indignación e Injusticia que lleva años fraguándose. Ya sea movidos por una orientación religiosa o por propia conciencia de ciudadanía, no podemos dejar pasar este tren cuya próxima estación parece estar cargada de ESPERANZA. Citando al profeta Isaías, me atrevo a decir: "Algo nuevo esta brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43,18).
El malestar comienza a surgir con el descrédito que sufre la denominada “clase política”. Los partidos han llegado a ser dirigidos por auténticos seres cuya prioridad es su propia supervivencia. Su savia nueva, entra por vía de sus militantes: personas fieles que suelen provenir de las organizaciones juveniles del mismo y que ansían ascender los máximos escalones posibles. Esta militancia, (al igual que ocurre en otros ámbitos: sindicatos, movimientos religiosos, asociacionismo, etc.) se ha visto reducida drásticamente en las últimas décadas. Ni los partidos buscan a las bases ni las bases buscan a los partidos… se trata de una vocación completamente desacreditada, una clase ajena al pueblo, a la que se culpa de todos los males, junto a las grandes transnacionales (poder económico). Sin embargo, creo que en esta situación es deber de todos hacer un acto de autocrítica para preguntarse: ¿Qué he hecho yo para evitar esta situación? ¿Qué razón tengo yo para quejarme de que determinadas decisiones políticas sean completamente injustas? ¿Puedo exigir, cuando lo único que hice fue introducir un voto en una urna hace 4 años? Es como si un padre se quejara del bajo nivel educativo de su hijo cuando su única involucración fue matricularlo en el colegio.
Desde el poder económico, nos vienen regalando consumo, (hace tiempo, que vengo fijándome cómo las compañías telefónicas vienen ofreciendo renovar el móvil y cambiar el mismo al menos una vez al año… sin preguntar antes si esto es o no necesario, por poner tan sólo un ejemplo), ocio, diversión… y nuestra vida se reduce a trabajar/estudiar y consumir ocio. Cuando nos hallamos enganchados a nuestras “necesidades creadas”, sostenidas artificialmente por los organismos financieros, de la noche al día, nos encontramos con que las reglas del juego han cambiado, y ahora se ha cortado el grifo. La situación de injusticia no hace más que crecer.
Al menos tenemos una reacción en las concentraciones que están teniendo lugar en las plazas de las principales ciudades del país. Un halo de aire freso ha surgido, y nosotros no podemos dejarlo pasar. El Movimiento 15-M triunfa porque pone palabras al sentir mayoritario de indignación, porque define perfectamente lo que muchos ciudadanos sentimos y deseamos. Porque se subleva contra la Oligarquía fijada por los poderes Económico, Político y Financiero. Porque nos negamos a que sean estos los que fijen las reglas del juego, en esta partida en la que son muchos los perdedores y muy pocos los triunfadores. Goza de gran autoridad moral, porque surge de las bases, de manera horizontal y espontánea, desvinculándose de esas reglas a las que nos estaban obligando a jugar.
No podemos dejar pasar este tren… hemos de agarrarnos con fuerza y correr y empujar para que no se escape… cuesta mucho activar la maquinaria, y ahora es nuestra labor alimentar las calderas y construir más vagones en los que acoger la desesperanza y llevarlas hasta la siguiente estación: ¡Tenemos la suerte de vivir un cambio de época! Los acomodados, los que ostentan el poder político, económico y financiero, tratan de caricaturizar, hacer creer a los medios establecidos que esto no es más que un calentón juvenil, un pequeño revolcón producido por la crisis económica… algo que solucionar cuando el paro comience a decrecer y el PIB a engordar…
Sin embargo, nuestra reflexión creo que debe ir más allá del simple compromiso político: pienso, cada vez más, que Nuestro ser Cristiano no se basa en acudir a las Iglesias o adherirse a la doctrina que se fija desde el Vaticano, sino en intentar bajar el “Paraíso” a la Tierra, en luchar por implantar condiciones más justas para que cada persona pueda desarrollar al máximo sus potencialidades, para que la verdadera explosión de sentir a Dios en el día a día sea una realidad… La persona que siente a Dios, no puede permanecer impasible. “Creer bien y enmudecer, no es posible”, decía el Padre Poveda. Por tanto, si sentimos que esa es la punta de lanza que dirige nuestras vidas, si luchamos por difundir esa Buena Nueva que hace poco acabamos de rememorar, no podemos, por coherencia, quedarnos de brazos cruzados… Como el Espíritu que en Pentecostés, hizo “hablar la misma lengua” a gente de diversa procedencia, muchos cristianos sentimos la necesidad de gritar ese sentimiento común de Indignación e Injusticia que lleva años fraguándose. Ya sea movidos por una orientación religiosa o por propia conciencia de ciudadanía, no podemos dejar pasar este tren cuya próxima estación parece estar cargada de ESPERANZA. Citando al profeta Isaías, me atrevo a decir: "Algo nuevo esta brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43,18).
Así sea.
ResponderEliminarDebemos engrasar la maquinaria y ponernos en acción, aunque cueste después de tanto tiempo de pasividad general.
Yo noto que algo está brotando!
Ánimo a todxs!