viernes, 24 de junio de 2011

Para la vida del mundo


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí: -«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: -«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Juan 6, 51-58


Por Redacción AJ. El capítulo 6 en el que se enmarca el evangelio de este domingo de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es de los textos más densos a nivel teológico de todo el evangelio de Juan, y nos evoca dos relatos del AT: la multiplicación de los panes realizada por Eliseo (2 Re 4, 42-44) y el episodio del desierto cuando Moisés alimenta al pueblo (Nm 11, 13 y 22). El capítulo está articulado en cuatro partes: Jesús manifiesta su poder a la multitud con la multiplicación de los panes (vv.1-15); Jesús caminando sobre las aguas, manifiesta su poder a los discípulos (vv.16-21); El discurso del pan de vida, donde revela su identidad (vv.22-59) y por último, la crisis de los discípulos ante las palabras del maestro (vv.60-71).

El fragmento del evangelio recoge el final del discurso de Jesús localizado en la sinagoga de Cafarnaún, y encajaría perfectamente en el contexto de la última cena. Es Jesús mismo quien se da en comida y bebida y la respuesta de la persona es comer su carne y beber su sangre.

El pan vivo que ha bajado del cielo, como el antiguo maná, también Jesús ha venido de Dios. Es el don de Dios para el hambre de los hombres, para la hambruna de sentido. Quien lo come vivirá para siempre. En Jesús se nos garantiza una vida sin ocaso. Es pan para la vida del mundo. El pan del Señor nos alimenta y nos alienta, nos despierta a la vida y abre nuestros ojos a la fraternidad.

Para nosotros, la Eucaristía no es algo opcional, ¡es vital! Sin la Eucaristía no puedo tener Vida. “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. La Eucaristía nos comunica la energía para que podamos vivir nuestra vida cotidiana de una manera nueva. Es la experiencia privilegiada para alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro trabajo para abrir caminos al Reino.

Y más, cada vez que se participamos en la Eucaristía se establece entre el creyente y Cristo una relación de intimidad igual a la que existe entre Jesús y el Padre. “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

Es un día para alabar al Señor por el don tan grande de su presencia entre nosotros. Pero esta fiesta del Corpus nos recuerda también el don y la responsabilidad del amor fraterno, por eso celebramos el día de la caridad. Desde muy antiguo la Iglesia ha construido puentes, ha fundado y atendido hospitales, centros educativos, hogares para emigrantes, refugiados, desplazados… En el jubileo del 2000, Juan Pablo II hablaba de que era la hora de una nueva imaginación de la caridad para promover la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con quienes sufren.

Quizás sea momento para revisar cómo vivimos la celebración de la Eucaristía y cómo orientamos nuestro compromiso cristiano.

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