Por Héctor Gregorio Crespo y Adriana Gil Martínez, militantes de Acit Joven. Una vez más, volvimos de las Jornadas de Acit Joven con la cabeza y el corazón llenos de ideas, emociones, sentimientos y experiencias. Y una vez más, resulta muy difícil organizar todo lo vivido y plasmarlo en un papel. Si llegar a Yeste resultó difícil, viajar hasta una aldea tan perdida como Arguellite parecía casi imposible. Pero lo conseguimos, y nos instalamos en la casa parroquial del pueblecito con nuestras maletas cargadas, principalmente, de ganas, de necesidad de experiencias y de ilusión por compartirlas con los demás. Los siete días de Jornadas dieron para todo eso y mucho más. En primer lugar, nos integramos en la vida en el pueblo al aprender cosas tan cotidianas como cultivar, cuidar los animales de granja o trabajar el esparto. También pudimos jugar algún que otro partido de fútbol con los más jóvenes y montar un cine de verano para los niños (y no tan niños) en la calle principal del pueblo. Luego conocimos el voluntariado en las aldeas de Yeste de boca de Macu y Salvador. Macu empezó como voluntaria también con Acit Joven y acabó viviendo en las aldeas. Salva, en su tarea de sacerdote, recorre todas las aldeas y hace Iglesia uniendo a los creyentes de las casi 80 aldeas que componen el municipio de Yeste. Tuvimos el placer de cruzarnos con Francisco, que confía en Dios para que le ayude día a día a superarse a sí mismo y a ayudar a los demás. Y con Angelita, que nos enseñó que se puede vivir la fe en un lugar tan apartado como Arguellite, comunicarla a los demás si faltan recursos y compaginar todo esto con su familia y su trabajo. Conocimos a un grupo de scouts y colaboramos con ellos en el montaje de su campamento. Por descontado, nos acercamos a otras realidades en las Aldeas de Yeste tal y como hizo Pedro Poveda en Guadix. Durante esa semana pudimos ver con ojos nuevos la vida en comunidad tal y como la vivían los primeros cristianos: compartiendo todo lo que se nos pasaba por la cabeza y por el corazón y disfrutando de la naturaleza que nos rodeaba. Recordamos con mucho cariño la cercanía de nuestras animadoras, Clara y Maripaz, que escucharon todas nuestras reflexiones y compartieron sus propias experiencias personales. Y por supuesto, la unión con nuestros compañeros, con "la piña", como nos gusta llamarla, porque sin ellos nada hubiese sido posible. Gracias a ellos descubrimos todas las razones por las que formamos y queremos formar parte de Acit Joven. Jorge, María C., Mar, Blanca, Rafa, Carmen, María G y Ana: Gracias de nuevo.
En Jornadas todos y cada uno tuvimos la oportunidad de abrir nuestros corazones a los demás. Al final de estos siete días uno siempre descubre lo mucho que nos llena la gente del grupo y lo únicos e increíbles que somos todos juntos y cada uno. En Jornadas cada instante es una sonrisa, un momento de paz con los demás y con uno mismo. Por eso, cuando llega la hora de despedirse, estamos tristes. Porque se va una parte importante de nosotros. Los días de Jornadas son algo necesario para desconectar del ajetreo del curso, para aprender sobre Poveda y la IT, para crecer como persona y como cristianos, para dar y recibir… en definitiva, para vivir. Al final las maletas siempre vuelven más llenas. Sobre todo, de agradecimiento.
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