lunes, 10 de junio de 2013

Por Javier Campos. Esta vez quería comentar mi salmo favorito. Es el salmo 23: El buen pastor. Seguro que todos lo conocéis, pero me gustaría profundizar un poco más en él, para darnos cuenta de lo que implica:

El primer verso comienza refiriéndose al Señor como nuestro pastor. Debemos tener en cuenta que el pueblo hebreo era un pueblo dedicado fundamentalmente al pastoreo y la ganadería. En sus orígenes era un pueblo nómada, hasta que, según cuenta la leyenda, Abraham condujo a su tribu hasta Canaán, la tierra prometida. Por eso la figura del pastor, o del buen pastor, siempre ha estado muy presente en los textos bíblicos. El pastor es aquella persona que vive por y para su ganado, cuidando de él en todo momento, y conociendo a todos los animales del rebaño. Por eso se asocia en muchas ocasiones con la figura del Señor. El Señor nos conoce a todos y cada uno de nosotros. Conoce nuestros corazones, nuestras decisiones, miedos e incertidumbres. El nos guía desde nuestro corazón, y vela por todos nosotros. El pastor cuida de sus animales para que nada les falte, y así es como acaba el primer verso. El asociar a Dios con un pastor está lleno de significado. Nos conduce “a prados de hierba fresca”, nos guía en esta vida, “nos hace reposar y nos conduce hacia fuentes tranquilas”, “donde podemos reparar nuestras fuerzas”. El señor, además de guiarnos en nuestra vida, nos ofrece ayuda y apoyo cuando lo necesitamos. Debemos confiar en él, ya que quiere lo mejor para nosotros.

La metáfora del salmo continúa en esta dirección al cantar que “nos guía por la senda del bien”. La confianza de los animales en el pastor es evidente, ya que siguen el camino que él les marca. En la noche, en los momentos más difíciles de nuestra vida es cuando nos cuesta más verlo. Pero él está ahí presente, para dar una palabra de consuelo. La Fe en el Señor nos da la fuerza suficiente como para seguir adelante, caminar hacia el día siguiente:”porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad”.

El canto termina diciendo: “Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida y habitaré en la casa del Señor por días sin término”. La confianza en el pastor, en el Señor, tiene su premio, que es la vida eterna. Es un canto precioso a la confianza, y al dejarnos hacer por él. Dejemos que el Señor guie nuestros pasos en este vida. Nos pide la confianza en su palabra, algo que no es fácil de dar, pero promete cuidarnos y estar con nosotros en todo momento, hasta que llegue el día de la dicha y el gozo eternos. Porque él es el buen pastor, que cuida de su rebaño. 

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