lunes, 9 de abril de 2012

Teología y feminismo: una espiritualidad sin patriarcado es posible

Por Sonia Herrera.

“No permitiré a una mujer enseñar o tener autoridad sobre un hombre, ella debe permanecer en silencio”.
1 Timoteo 2:12

Mi intención con este artículo no es realizar un análisis profundo sobre la investigación teológica feminista que se ha desarrollado en las últimas cuatro décadas, sino aportar algunos documentos interesantes para propiciar la reflexión al respecto reforzando la esperanza de que otra Iglesia menos patriarcal es posible.

Las obras de autores cristianos aún hoy muy laureados como San Agustín y San Juan Crisóstomo promovieron la imagen negativa de la mujer que actualmente mantiene la Iglesia Católica. Hasta la segunda mitad del siglo XX, fueron muy pocas las protagonistas femeninas de la historia del cristianismo: María, madre de Jesús, María Magdalena, Marta y María… Pero fueron más.

Hace unas semanas, en el I Congreso Internacional de Comunicación y Género que tuvo lugar en la Universidad de Sevilla, Amelia Sanchís, profesora de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad de Córdoba, empezaba su intervención citando al escritor y dramaturgo japonés Yukio Mishima: “La habían educado de tal manera que no veía lo que no se debe ver”.

Eso es precisamente lo que a menudo sucede con nuestra manera de “leer” la sociedad en general y de “asumir” la Iglesia en particular: se naturaliza la invisibilidad de las mujeres y se justifica apelando a la tradición. Una tradición, por cierto, cargada de discriminaciones históricas, desigualdades e injusticias que en otros ámbitos nos resultan inaceptables y vergonzosas.

La lista de mujeres cristianas apartadas del discurso institucional es larga. Traeré aquí a algunas de ellas, para recordar el largo camino andado por muchas mujeres que a lo largo de la historia han denunciado el carácter machista existente tanto en la jerarquía eclesial, como en los preceptos y doctrinas que aparecen surgidos de los concilios y aparecidos en las propias Escrituras.

La activista abolicionista y sufragista, Elizabeth Cady Staton, en su obra The Woman's Bible afirmó que “la Biblia degrada a la mujer desde el Génesis hasta el Apocalipsis”.

Otro ejemplo lo encontramos en la figura de Sojourner Truth, de la que Antumi-Toasijé
escribió: “Tanto la faceta de resistencia a la esclavitud de Sojourner Truth, como sus ideas sobre la mujer han sorprendido a los estudiosos. Profundamente cristiana se aproxima a ambos problemas desde un discurso directo y sin concesiones. Su capacidad oratoria y su carisma incuestionable contribuyeron a la popularización del discurso de la mujer negra, un feminismo específico primordialmente abolicionista. Aunque sus actividades no se quedaban en el abolicionismo, el rescate de personas esclavizadas o el feminismo activo, abarcando otros aspectos nacidos de un humanitarismo cristiano vigoroso, como la oposición a la pena de muerte”.

Ya en el siglo XX cabe destacar la labor intelectual, reflexiva y crítica de otras mujeres como la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza que trabajó incansablemente por una hermenéutica bíblica feminista detectando el patriarcado y promoviendo cambios en la Iglesia y en la sociedad, o Pilar Bellosillo, auditora del Concilio Vaticano II y presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (1961-1974) que trabajó hasta su muerte en 2003 por la igualdad entre mujeres y hombres dentro de la Iglesia Católica encabezando el diálogo oficial con protestantes, anglicanas y ortodoxas y favoreciendo el diálogo ecuménico en España mediante la creación del Foro de Estudios sobre la Mujer.

Por otra parte, investigaciones recientes llevadas a cabo por la catedrática de la Escuela de Teología de la Universidad de Harvard, Karen King, han reconocido el papel relevante de muchas mujeres en los primeros años del cristianismo. Según King el Evangelio de María Magdalena demuestra que ésta ejerció un liderazgo femenino fuerte y que gozaba de influencia por su posición destacada frente al resto de discípulos, sin embargo, la imagen oficial de María Magdalena que se ha promulgado es muy distinta:

“María de Magdala es conocida en la imaginería y tradición populares de Occidente como una prostituta arrepentida, como la adúltera a la que Jesús salvó de los hombres que intentaban lapidarla, y como la mujer pecadora cuyas lágrimas de arrepentimiento lavaron los pies de Jesús a modo de preparación para su enterramiento. Sin embargo, nada de esto es históricamente exacto. Nada hay en el Nuevo Testamento ni en la primitiva literatura cristiana que aporte un atisbo de prueba que apoye este retrato”.

La discriminación sexual en el seno de la Iglesia se manifiesta precisamente en esa demonización y ocultación del liderazgo de las mujeres que fue señalado como una herejía, en la apropiación patriarcal del discurso y en la difusión de una imagen errónea de aquellas que sí lucharon por un mundo cristiano más igualitario y justo, de aquellas cuya figura es cada vez más necesario reivindicar y revalorizar para construir también una Iglesia distinta.

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1 comentario:

  1. Interesante porque estamos abriendo un grupo de discusión sobre feminismo en la Iglesia y en la política ecológica

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