martes, 5 de abril de 2011

Reflexiones desde una cultura multicultural

Por Irma Carballo (Chicago).

1.AFRO–AMERICANO, LATINO–AMERICANO, ANGLO–AMERICANO, ASIÁTICO–AMERICANO… Y YO, ¿QUIÉN SOY?

Esta pregunta que todos y todas estamos llamados y llamadas a respondernos en algún momento de nuestra vida, se vuelve muchas veces, un reto aún más difícil para los y las jóvenes que viven en EE.UU.

Algunos llegaron con sus padres o después de ellos. En este caso es una búsqueda conjunta en una nueva realidad, intentando adaptarse, dejando y soltando elementos de la propia cultura y apropiándose otros de la nueva con mayor o menor dificultad.

Otros nacieron ya aquí y aunque para ellos esta es su cultura, su lengua, su lugar, en casa viven otra cultura, otro lenguaje, otros símbolos y significados de la vida que conforman una historia de la que ellos no han formado nunca parte.

En ambos casos, si regresan a su país son considerados extranjeros, diferentes, americanos, desertores de su cultura. Son extranjeros allí y también lo son aquí. Y, a veces, son extranjeros hasta dentro de sus propias familias.

Intentar averiguar cuál es su verdadera identidad, ser fiel a sí mismos, se va logrando en la construcción, muchas veces conjunta con sus iguales, de una tercera cultura; la que viven, la que tienen, la que son y construyen en el día a día, desde sus raíces y en la tierra en la que viven.


2.COMPROMETIDOS CON SU FE, CON SU HISTORIA Y CON SU COMUNIDAD

En medio de esa búsqueda que les toca vivir, hay algo que viven con mucha fuerza y es su fe y su compromiso personal con la comunidad, con la sociedad y con aquello que conjuntamente queremos construir.

Cuidan el bien común y por ser común, aquí no hay polaco, filipino, africano, latino, anglo,… sino jóvenes que tienen algo en común y lo ponen al servicio.

Jóvenes que se implican en sus parroquias, que se forman como laicos y laicas para poder ofrecer distintos ministerios en sus comunidades parroquiales, que comparten la palabra, que aportan de distintos modos, que cuidan el servicio comunitario, lo buscan, lo piden.

Jóvenes que convocan a toda su comunidad, familias, miembros de las escuelas,… y les ofrecen lo mejor de sí mismos, sus bailes, su rap, su “break – dance”, su música. Cada uno pone lo mejor de sí, y desde su propia cultura, en la comida, en el espectáculo, en los momentos de compartir.

Todo, para un bien común, para algo que les dé recursos como jóvenes iglesia y poderla seguir construyendo, para ofrecer otro lenguaje y espacio a quienes viven en bandas y desde el uso de armas, para compartir con los miembros de su comunidad quiénes son y quiénes quieren ser.

3. ¿SUEÑO AMERICANO?

Cada día en EE.UU. son detenidos 33.000 inmigrantes y 1.100 son deportados.

Cada estado alberga múltiples culturas, países, realidades, de quienes llegan a USA buscando un sueño, una vida mejor, un cambio, un trabajo, algo por insignificante que sea que les devuelva la dignidad que no pueden ya encontrar en su propio país.

No quieren vivir ilegales, no quieren vivir escondidos, atemorizados, sin reconocimiento como personas, sin trabajo… quieren construir sociedad, quieren aportar, quieren superarse, quieren trabajar con otros y otras, quieren estar legalmente, tener papeles, ser documentados y reconocidos como ciudadanos.

Sin embargo, los trámites y la cuantía económica del proceso hacen que no sea una opción posible y viable en la mayoría de los casos. Y entonces, ¿qué hacemos?, ¿a dónde vamos?, ¿cómo continuamos? Ya no hay dinero para regresar de nuevo, apenas si tenemos para continuar aquí.

Hay quienes piensan que la fuerza debería ponerse en los lugares de donde vienen, explicarles, acompañarles, hablarles con claridad de la realidad que les espera. Otros, por el contrario, abren sus puertas, oran hasta que pase la ley de inmigración, acompañan cada viernes en los aeropuertos a las familias y personas que van a ser deportadas y acompañan a quienes se quedan sin saber si les volverán a ver.

Pero no es una realidad en este momento exclusiva de EE.UU. Y me pregunto, como jóvenes, ¿cuál es nuestra postura ante esta realidad inmigrante en la ciudad – país que vivimos? ¿Cuál es mi respuesta como joven de la Institución Teresiana?

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