martes, 25 de septiembre de 2012

Si tuviera que resumir en una palabra como fue mi vivencia en Taizè, esa palabra sería EMOTIVA.

Por Laura Monje del Castillo. Yo tenía muchas ganas de ir, pero hasta casi última hora no sabía si eso sería posible debido a que yo necesito alguien que me preste sus pies y sus manos. Cuando finalmente me confirmaron que sí podía ir la alegría que me invadió fue inmensa. Y por fin llegamos a Taizè…

Taizè para mi es la catedral de la paz, donde se complementan la sencillez con lo esencial, el silencio con los cantos, unas religiones con otras, pero todas ellas tratando de llegar hacia una única meta.
Me impresionó el silencio en medio de tanta multitud, de todo tipo de gente. En Taizè cabemos todos: niños, jóvenes y adultos; personas de diferentes confesiones cristianas, culturas, países…

Y en medio de todo esto estaban ellos… LOS HERMANOS  que nos cautivaron a todos con su cercanía y ese carisma que los caracteriza.
¿Algo para resaltar? Los momentos de oración en la iglesia de la Reconciliación, tanta meditación profunda que te permitía evadirte del estrés de nuestra vida cotidiana, olvidarte de todo aquello que te ronda la cabeza día a día.

En Taizè no hay medios de comunicación, no hay tecnología, los móviles no existen, ni el Whatsapp, ni los lujos, pero sí que llegan todo tipo de sentimientos, emociones, sensaciones… Y sí que tenemos cobertura para el amor, estamos conectados con la confianza y todos navegamos por la misma red.

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